A partir de ahora traduciré al castellano el newsletter de la Asociación de Yoga Yogakshemam, fundada por Sri T.K. Sribhashyam.
A continuación hay tres artículos a modo de homenaje tras el fallecimiento de Sribhashyam.
Reflexiones sobre la muerte según Sri T.K. Sribhashyam
Por Stephen Brandon publicado en Harmony Yoga
- En los ejercicios prácticos en “Way to Liberation : Moksha Marga : An Itinerary in Indian Philosophy » p. 250 se recomienda que un devoto reflexione acerca de la certeza de la muerte. Parece muy importante hacerlo, además Buda también lo recomendaba como una contemplación diaria. ¿Puede dar alguna guía sobre el propósito de esta contemplación y cómo introducirla en nuestra práctica?
- R. Este ejercicio práctico no se recomienda solo en el Hinduismo, sino también en el Budismo y en el Jainismo.
Incluso si hay una cierta tendencia a escondernos de la certidumbre de la muerte, reflexionar frecuentemente sobre ella es una absoluta necesidad no solo para los devotos sino para todos los seres humanos.
En sánscrito, se llama ātma parīkṣa, es una especie de examen interno sobre nuestros actos y pensamientos sin juicios, siendo un testigo neutral de nuestra conducta y pensamientos.
Nuestro miedo a la muerte y el rechazo a admitirla es una expresión silenciosa de nuestro deseo de vivir. Fomentamos este deseo (a vivir) desarrollando un fuerte apego a los placeres sensuales, cultivando un sentido profundo de identidad hacia los objetos que poseemos y nuestro rechazo a admitir la inevitable vejez. El amor al cuerpo, el amor a los familiares, el amor a la riqueza, el amor a la posición, varios tipos de amor al igual que las emociones negativas como la ira, la venganza, el desprecio, el ridículo, la aversión, el odio, el resentimiento, etc., juegan un papel importante en nuestro miedo a la muerte, incluso del mismo modo que evitar pensar en la muerte.
El Bṛhadāraṇyaka Upaniṣad da un ejemplo: igual que un carro tirado por bueyes se caga con material pesado, arrastrado por dos bueyes fuertes, chirría y gime a causa del peso, se mueve lento y a regaña dientes, igual que el hombre, apunto de expirar y ser sacado del cuerpo involuntariamente por fuerzas que pertenecen a otro mundo, con chirríos y gemidos causados por el peso del apego y las emociones negativas que le mantienen incluso hasta el último momento de su partida. Estos pesos no le permiten dejar este mundo libremente; el cuerpo físico muestra una tendencia a desintegrarse, los sentidos se debilitan y rechazan energizar la mente y la mente muestra reticencia a mantener su relación con el cuerpo…
Muy a menudo, el momento del abandono de este mundo puede durar días. No todos afrontan la situación igual. La manera de morir es diferente en cada persona, depende de la carga del apego que acumuló durante su vida.
El nacimiento y la muerte son dos estados de la existencia de todo ser. El tiempo entre el nacimiento y la muerte se denomina vida.
Por más que tomemos consciencia de nuestra vida, también debemos tomar consciencia del momento de la muerte, que no puede programarse. Al ser conscientes de nuestra vida, admitimos que hemos nacido, porque al ser conscientes de la vida aceptamos que hemos nacido; sin nacimiento, no habría vida. Lógicamente, cuando hay vida, siempre tiene que haber muerte. Es casi como el día y la noche que todos vivimos durante nuestra vida.
Durante nuestra vida, recorremos diferentes estados, que reciben el nombre de infancia, juventud, adultez y vejez. Raramente pensamos en el último estado, la muerte. Incluso si somos conscientes de que nuestro cuerpo es susceptible de debilitamiento, rechazamos que lo estamos experimentando cada día; esperamos vivir para siempre. Esta es la gran ceguera, la tenemos toda la vida, porque no queremos aceptar la realidad; y puesto que hemos nacido, tenemos que morir.
Aunque nos apeguemos a alguna prenda de ropa que nos guste mucho, compramos otra nueva. Sin embargo, no nos sentimos tristes cuando desechamos las viejas, ni las llevamos siempre encima de las nuevas. Cuando vivimos en esta casa no somos conscientes de nuestro hogar. Del mismo modo, no somos los dueños de este cuerpo que hemos obtenido al nacer, aunque nos consideremos propietarios. De hecho, durante el sueño, estamos sin ningún sentimiento de la presencia de nuestro cuerpo, dejando sola la propiedad.
Muy a menudo pensamos (incluso estamos convencidos) que viviremos hasta que nuestros deseos se hayan cumplido o cuando hayamos conseguido satisfacción de nuestros deseos. Cuanto más satisfechos estén nuestros deseos, más seguros estamos de nuestra “vida”. Incluso aunque somos conscientes de que esas satisfacciones son transitorias, rechazamos aceptarlo del mismo modo que negamos la transición de la vida a la muerte.
Somos conscientes de que todo en este mundo está sujeto a la ley de la mutación. En nuestro mundo actual, es lo que apreciamos porque no nos gusta la monotonía. Si este mundo está sujeto al cambio, también lo está nuestra propia existencia. Estos cambios son nacer, vivir y morir. En la filosofía india, decimos: nacer, vivir, morir y renacer, y así hasta liberarnos de las cadenas de incesantes nacimientos y muertes.
Ya que, la meditación, las oraciones e invocaciones son parte de nuestra rutina diaria, debemos cultivar el hábito de recordar que nuestra vida no es un estado permanente. Es decir, deberíamos aceptar pacíficamente que nuestra vida tiene un final (que se llama muerte), y otorgar algún momento a pensar sobre esta incertidumbre antes de cada sesión de meditación, oración o invocación. De hecho, este pensamiento debería mantenerse vivo durante nuestras actividades diarias, porque la muerte es una realidad en cada ser humano, tanto si cree en Dios o no, en algún fin espiritual, en la vida o en el renacer.
Aquí en occidente, esta contemplación preparatoria requiere mucho coraje, más del que se necesita para practicar la meditación o hablar sobre Dios, porque el mero pensamiento de la muerte despierta una clase de “miedo innato” en todos nosotros. Sin embargo, el espíritu desafiante que la mente occidental desarrolla debería ser capaz de deshacerse de este miedo. En primer momento, deberíamos empezar evitando hablar de la muerte con miedo, no solo con nosotros mismos, sino en nuestro entorno y especialmente con los niños. Por el contrario, tenemos que empezar a pensar y a hablar de ella con tanta libertad como cuando hablamos de cualquier otro tema, y así el concepto de la imagen de la muerte será una realidad pacífica, como cuando hablamos del nacimiento, compra de comodidades materiales, etc.
El propósito de esta contemplación preparatoria es aceptar la muerte como una realidad permanente y aceptarla con paz. Nuestra práctica de meditación y nuestra devoción serán estériles sin la aceptación de la muerte como una realidad.
INDIA ESTABA A PUNTO DE HOMENAJEAR A Sri Acharya T.K. Sribhashyam
Por Aurelia Debenedetti – Versión reducida
En los ochenta fui a Zinal con dos viejos amigos de intensas investigaciones espirituales. El hijo de T. Krishnamacharya estaba enseñando Samkhya (una de las seis escuelas ortodoxas de la Filosofía India).
Nos enteramos de que el curso había empezado el día antes del comienzo oficial de la conferencia. Aquellos que llegaran después no serían aceptados. No había mucha gente en el grupo. Sribhashyam nos recibió, se sentó en el suelo para recitar una oración inicial y después se sentó en una silla delante de un pequeño escritorio. En Zinal, donde nos dirigimos entre nosotros con familiaridad, Sribhashyam nos habló con formalidad y entró inmediatamente de lleno en la materia filosófica, lo que me sorprendió.: “Buddhi (facultad intelectual relacionada con la reflexión y la discriminación) puede dirigir hacia Bandha: esclavitud del mundo, o hacia Mosksha: liberación”.
Después de la teoría, la parte práctica. La primera indicación: gimnasia no, estiramiento no, bostezos no, la posición de descanso es, pies juntos, brazos pegados al cuerpo, palmas hacia el suelo. Para nosotros, que en los últimos años habíamos estado acostumbrados a “suavemente eleva tus brazos”…y “cuando estés cómodo mantén”, de pronto resultó evidente que la perspectiva era definitivamente distinta.
Allí, el cuerpo y sus sensaciones ya no eran los principales temas, allí, se utilizaba la mente y las capas más sutiles. De repente me di cuenta que el Maestro estaba enseñando la concentración y algo que nadie había planteado nunca.
Le pedimos insistentemente que nos aceptara entre Sus estudiantes, y dudando, finalmente aceptó.
Dijo que no era fácil enseñar y transmitir con exactitud y fielmente lo que Su Padre, como Maestro, le enseñó. Y añadió que ésta era su misión en la vida.
Era evidente que esperaba que sus alumnos fueran claros y honestos.
Él era riguroso pero también comprensivo, paternal y con un gran sentido de humor. Ponía mucha atención en las dificultades concretas de la personas. Por ejemplo, la primera vez que llegamos a Niza envió a uno de sus alumnos para recogernos y llevarnos a Su curso. Después nos invitó a cenar a Su casa con Su familia, para conocernos mejor y ver la verdadera naturaleza de nuestro interés.
Era extremadamente intuitivo, un gran observador y frecuentemente leía los pensamientos de la gente.
Enseñó la ciencia del Yoga a fondo: teoría y práctica, filosofía y espiritualidad, Bhakthi (devoción) y todos los textos clásicos de Yoga y Ayurveda. Una enseñanza interminable, abierta hacia el camino que lleva al horizonte que une esta vida con otras.
Siempre sentí que los temas que enseñaba eran parte de Su naturaleza. Sería sumamente erróneo y vago si simplemente dijera que Él enseñaba filosofía india. Era y vivía las filosofías indias con infinita espiritualidad mucho más que nosotros, que como occidentales, las vemos más intelectual que espiritualmente. Era la inmensa cultura que enseñaba. Era el único que podía enseñar los Upanishads (textos filosóficos de la tradición Hindú). No quiero decir “hablar de los Upanishads”, como cualquier profesor que los aprendió en la universidad, sino “enseñar los Upanishads”, es decir, viviéndolos en la práctica de yoga.
Era reconocido como un profesor estricto al igual que su padre. Ciertamente no halagaba a Sus alumnos. Cuando nos reprochaba algo, Georges decía sabiamente: “es parte de Su enseñanza”.
Realmente lograba que nos enfrentáramos a nuestro interior y a nuestro orgullo para aprender a soltarlo. Esta es la actitud principal necesaria para adentrarse en el interior. En resumen, nos enseñaba a ser conscientes y a dominar nuestras reacciones, permitiéndonos estar en contacto con nuestra verdadera y profunda motivación. No era serio, sonreía y reía a carcajadas.
No era distante, vestía con ropa europea, excepto en actos formales. Recuerdo que una vez fue el invitado de honor del festival de Yoga en Milán y el único indio. Llevaba camisas tradicionales indias de seda durante sus conferencias oficiales, pero en el tiempo libre, paseaba con ropa europea, mezclado entre la colorida multitud de europeos que vestían con ropas y joyas indias.
El Samkhya y los Yoga Sutras (fundamentos filosóficos y prácticos del Yoga) enseñados por Él eran reveladores. Solía empezar con una explicación formal pero continuaba de acuerdo al método inductivo, haciendo preguntas a los alumnos. Algunas veces no conseguía una buena respuesta y otras no daba ninguna respuesta definitiva. Un antiguo método de enseñanza conveniente para estimular la investigación de los estudiantes.
Durante su último seminario en septiembre de 2017 añadió un nuevo elemento a la práctica de la Luna Llena: “leer y contemplar varias líneas de un texto sagrado”. Su última pregunta fue: “¿qué parte del texto elegiríais?” Junto al capítulo 10 del Bhagavad Gita (texto sagrado del Hinduismo). Dejó la pregunta abierta.
Él sabía que estaba gravemente enfermo desde hacia tres años, sin revelar nada al respecto. Pero hacía siete u ocho años nos había dicho que sabía que no viviría mucho, “quizás cinco años”, dijo. No se equivocó mucho.
Se fue en paz como quien va a conocer un país. Nos dejó el camino de la investigación abierta. No necesitó decir adiós, porque Él ha permanecido en nuestros Corazones, un lugar con el que Él nos familiarizó.
Homenaje a SRIBHASHYAM
Renée & Steve Perrone
Querido SRIBHASHYAM
A la muerte de una estrecha relación, nos escribió lo siguiente: “Durante nuestro periodo mortal, siempre es triste experimentar la partida de un ser querido. Sin embargo lo debemos aceptar porque es la manera de hacer nuestro homenaje lo más sincero posible”.
Hoy permítanos hacer homenaje a quien estuvo y se mantendrá en nuestro corazón, nuestro padre espiritual.
Durante todos estos años, nos ha dirigido paso a paso en el camino de la transformación interior, con paciencia y amabilidad, para despertar en nuestro corazón la llama de la devoción.
Nos ha dirigido en el camino del Yoga según la tradición de los maestros del pasado, y nos ha enseñado el valor de la disciplina ancestral, un tesoro de sabiduría eterna.
Su vasta experiencia en Yoga y en las ciencias ayurvédicas, su gran conocimiento en filosofía india y su dominio absoluto del sánscrito le da a su enseñanza una dimensión excepcional, y le hace un maestro carismático que inspira respeto absoluto.
Y sin embargo siempre se ha caracterizado por su simplicidad, la de los maestros auténticos.
Más allá de sus cualidades como profesor y pedagogo, encarna profundamente los valores que nos transmitía, experiencia nutrida por la devoción, sinceridad y autenticidad.
Con amabilidad, pero firmemente y con imparcialidad, nos dio una sacudida a la carga de nuestros hábitos para fortalecer nuestras creencias y establecernos fielmente en la vida espiritual.
Sin complacencia, luchó contra los defectos de nuestros egos, pero también nos animaba en nuestro progreso, porque quién mejor que usted, conocía nuestros problemas y motivaciones.
Estudiando con usted los textos más importantes de la India, descubrimos un tesoro oculto de sabiduría que ha enriquecido nuestra existencia, abriendo nuestros corazones y afinando nuestros sentidos.
Su trabajo siempre será nuestra referencia para continuar transmitiendo el Yoga.
Nos ha guiado en una reflexión y una contemplación sobre el universo que ha cambiado nuestra opinión sobre el mundo: el esplendor de la luna llena, la magia del amanecer, la luminosidad de Júpiter nos habla ahora del misterio de lo Absoluto.
Querido Sribhashyam, haber estudiado a su lado fue un honor y una gran fuente de alegría.
Desde el reino de los dioses, continúa inspirándonos e iluminando nuestras almas.
Porque está en nuestros corazones, de ahora en adelante, seguiremos su enseñanza si sabemos cómo escucharle.